He bebido
como un cosaco, demasiado. Apenas puedo mantener el paso recto por las calles.
Discuto con mi mujer, y me grita. Me grita mucho. Me dice que no quiere
volverme a ver.
Que me deja.
Termino de
madrugada, desorientado por las calles, intentado recordar donde había dejado
aparcado mi coche. Cuando lo encuentro, me doy cuenta de que he perdido las
llaves.
Me relajo e
intento tranquilizarme. Suerte que mi mujer siempre guarda una copia de la
llave del vehículo, y en su momento, por lo que pudiera pasar, puse todos los papeles del coche a su nombre.
Menos mal que
soy un hombre que piensa en todo.
Daniel Fopiani
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