—¿Cómo estás viejo amigo? Te veo lejos pero,
innegablemente ahí estás. Siempre con tu traje dorado ¿verdad? Tiempo hace ya
que no nos encontrábamos, las circunstancias claro. Bueno la verdad es que
nunca esperé verte otra vez, siempre pensé que me iría de otra forma no sé,
quizás más teológicamente. Ya sabes que lo de la religión nunca lo llevé muy
bien, seguramente debido a que era el lugar donde quizás mi existencia hubiera
encajado más y mejor pero sólo hallé repudio así que, la
cautericé y seguí hacia delante, dándole la espalda, como a ti.
¿Cuánta sangre, verdad? ¿Cuántos cuerpos? Realmente,
piénsalo. Si los apilara uno encima de otro creo que la columna llegaría hasta…
¿Hasta dónde amigo mío? ¿Hasta ti? Uno se plantea todo llegado a este punto,
como por ejemplo el hecho de que haya masacrado tantas almas, que haya obviado
tantas reglas, pisoteado tanta ética y moralidad, incendiado tanto futuro o
simplemente el hecho de las increíbles consecuencias de mi estúpido
comportamiento. Sí, oyes bien, no es arrepentimiento en su total significado
pero bueno, de los míos no verás a muchos en esta actitud, ni siquiera en tu
presencia.
Ya noto tus consecuencias. Te tengo lejos y sólo
estás despertando pero es increíble, eres muy poderoso. Veo pelos de mi cabeza
levitar ante mis ojos. Y el olor tampoco es del todo agradable. Me gustaría
estar consciente hasta el último momento ¿sabes?...por favor. Redimirme ante tu
poder. Es increíble el tiempo que llevamos los dos en esta pútrida tierra.
Bueno tú desde luego el primero, los míos, un poco más tarde, claro que
midiéndolo en tiempos divinos, así lo veo. En tu caso ayudando, en el mío,
exterminando.
Duele mucho. Recuerdo…recuerdo aquella noche en
Londres, cuando vi la cara de la niña asomada por la ventana suplicando
finiquitar su sufrimiento, y bien sabes que lo hice, no por ella, sino por mi
sed, evidentemente. Me colé por la chimenea, como el gordo navideño, y arrasé
con todo…como postre la niña. Recuerdo que la degusté durante casi tres horas.
¡Casi me coges! Estoy cansado viejo amigo. Siempre excusas para la maldad y
vuelta a la oscuridad, siempre a tirones e instintos como una alimaña; el viaje
eterno del romántico y seductor, existencia que achacan a los de mi especie, no
es sino la emigración de una bestia letal e imparable por la vida frágil de los
hombres.
Me deshago viejo amigo. Noto la nada cubriéndome. El
dolor me está matando…gracias…
Últimas
palabras de Jean Pierre Vereneu, vampiro de cuarta generación, mientras sale el
Sol por la bahía del monte Saint Michel, Francia.
Eugenio Mengíbar
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