sábado, 24 de mayo de 2014

Viejos amigos



—¿Cómo estás viejo amigo? Te veo lejos pero, innegablemente ahí estás. Siempre con tu traje dorado ¿verdad? Tiempo hace ya que no nos encontrábamos, las circunstancias claro. Bueno la verdad es que nunca esperé verte otra vez, siempre pensé que me iría de otra forma no sé, quizás más teológicamente. Ya sabes que lo de la religión nunca lo llevé muy bien, seguramente debido a que era el lugar donde quizás mi existencia hubiera encajado más y mejor pero sólo hallé repudio así que, la cautericé y seguí hacia delante, dándole la espalda, como a ti.

¿Cuánta sangre, verdad? ¿Cuántos cuerpos? Realmente, piénsalo. Si los apilara uno encima de otro creo que la columna llegaría hasta… ¿Hasta dónde amigo mío? ¿Hasta ti? Uno se plantea todo llegado a este punto, como por ejemplo el hecho de que haya masacrado tantas almas, que haya obviado tantas reglas, pisoteado tanta ética y moralidad, incendiado tanto futuro o simplemente el hecho de las increíbles consecuencias de mi estúpido comportamiento. Sí, oyes bien, no es arrepentimiento en su total significado pero bueno, de los míos no verás a muchos en esta actitud, ni siquiera en tu presencia.
Ya noto tus consecuencias. Te tengo lejos y sólo estás despertando pero es increíble, eres muy poderoso. Veo pelos de mi cabeza levitar ante mis ojos. Y el olor tampoco es del todo agradable. Me gustaría estar consciente hasta el último momento ¿sabes?...por favor. Redimirme ante tu poder. Es increíble el tiempo que llevamos los dos en esta pútrida tierra. Bueno tú desde luego el primero, los míos, un poco más tarde, claro que midiéndolo en tiempos divinos, así lo veo. En tu caso ayudando, en el mío, exterminando.
Duele mucho. Recuerdo…recuerdo aquella noche en Londres, cuando vi la cara de la niña asomada por la ventana suplicando finiquitar su sufrimiento, y bien sabes que lo hice, no por ella, sino por mi sed, evidentemente. Me colé por la chimenea, como el gordo navideño, y arrasé con todo…como postre la niña. Recuerdo que la degusté durante casi tres horas. ¡Casi me coges! Estoy cansado viejo amigo. Siempre excusas para la maldad y vuelta a la oscuridad, siempre a tirones e instintos como una alimaña; el viaje eterno del romántico y seductor, existencia que achacan a los de mi especie, no es sino la emigración de una bestia letal e imparable por la vida frágil de los hombres.
Me deshago viejo amigo. Noto la nada cubriéndome. El dolor me está matando…gracias…



Últimas palabras de Jean Pierre Vereneu, vampiro de cuarta generación, mientras sale el Sol por la bahía del monte Saint Michel, Francia. 

Eugenio Mengíbar







 

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