Las
cuatro... y un sonido irritante me hace suspirar.
Lo ha
conseguido.
Me ha
desvelado.
Como si
fuera el calor tacto de un abrazo protector de un padre me tapo con la sabana,
cubriéndome tanto que mi propia respiración me ahoga notando el aire cargado
consecuencia de toda una noche descansando...
Brillante
idea la mía de encender la luz, despertando así a la persona que tanto amo, y
que descansaba en el lecho que tanto trabajo me costó conseguir, y tanto
esfuerzo me costó llenar. Busco ese irreverente chupasangre, con la certeza de
encontrarlo posado en la blanca cal en forma de lunar. Su simple imagen
postrada en la pared me provoca una impotencia capaz de hacerme sucumbir en la más
oscura soledad, su andanza no ha hecho más que empezar. Mirándolo fijamente
intento quitarme la camiseta para hacerle desaparecer de una simple sacudida.
Solo un segundo de despiste necesita para desaparecer, y sabe aprovecharlo. Su
sonido ha vuelto, y este me hace desvariar mirando a pelusas como si fueran
objetos animados. Miro a mí alrededor de manera sigilosa hasta que consigo
encontrarlo.
Esta batalla
la ganaré yo.
Dichoso
visitante nocturno.
Me acerco
con suaves movimientos y como si se riera de mi, escapa a mi visión. Entonces
salto sobre la cama, agarro la camiseta, la enrollo, miro a mi alrededor para
encontrarlo y saltar al suelo a la vez que agito el brazo cargando un arma tan
letal para un mosquito en forma de trapo, con tanta mala suerte que tras
golpear en la lámpara hago trizas la bombilla y haciendo que la penumbra que
provoca la luz desde la ventana me deje entrever su posición. Como la camiseta
está enrollada en la lámpara, cargo mi mano como si de una revista se tratara,
y mientras a zancadas me abalanzo hacia el maldito, noto como mis pies se rajan
por culpa de los cristales de la bombilla ya en el suelo. Golpeo con la mano la
pared y un chasquido acompañado de un dolor intenso me hace llegar a una locura
desmesurada que me provoca una sensación de tristeza profunda. Mi decisión no
era otra que acabar lo que había empezado, pero un cálido roce en la única
extremidad que tengo libre acompañado de un beso me hace ver.
Ahora lo
comprendo todo...
Gracias
Amor.
Gracias
Mosquito.
Porque
hasta para aceptar la mas inmensa felicidad, necesitamos aceptar una pizca de
tristeza.
(J.J Aguilera)
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